domingo, 30 de septiembre de 2018

Los últimos testigos de la magia feérica

Mientras desayunaba en un restaurante en el zócalo de mi ciudad una artesana se acercó para venderme unas carpetas tejidas a mano. Se trataba de una anciana que al ver a mi muñeca hada reborn se sorprendió. Yo había llevado la muñeca para hacerle unas fotos sin imaginar el testimonio que aquella anciana -atraída por la muñeca- me contaría. En su casa hay un pozo y de el suele salir un duende. El duende es visto por su hijo en la cocina de la casa. El duende es pequeño y deambula desnudo, pero cuando lo ven este pequeño intruso sale corriendo. Además la anciana me contó la historia de uno de sus sobrinos que con su mirada infantil podía ver a un duende al cual pateaba. Molesto, el duende arremetía contra el niño a pellizcos. La mamá del niño trató de ahuyentar al duende pero este -al cualla mamá no veía- por las noches también pellizcaba a la mamá del niño. 
La anciana finalmente me dijo mientras acariciaba a mi muñeca "los duendes pueden ayudarnos y cuidarnos la casa, pero si se enojan son terribles", luego se acercó a mi muñeca Luna y le dijo "cuidanos pero no te enojes". 
La anciana también me habló de colocarles dulces a manera de ofrendas para tenerlos siempre contentos. Este testimonio tan interesante se constituye -tal vez- como uno de los pocos testimonios que los ancianos indígenas de hoy pueden proporcionarnos. Animada por Adrián Eleazar Segundo (Director de la Biblioteca Forteana) me daré a la tarea de buscar más de estos hermosos testimonios que compartiré con mi amigo el investigador Carlos A. Guzmán. 




Los últimos testigos de la magia feérica

Mientras desayunaba en un restaurante en el zócalo de mi ciudad una artesana se acercó para venderme unas carpetas tejidas a mano. Se trata...